Tenby

Tenby que ver y hacer

Tenby es, evidentemente, una ciudad para turistas; así lo dicen sus numerosas tiendas que se reparten por todas sus estrechas callecitas casi peatonales. Nosotros lo visitamos en febrero, pero seguramente, esta ciudad en verano tiene que llenarse a rebosar. Y es que Tenby es un lugar de veraneo. Sus inmensas playas así lo atestiguan.

En una de las muchas terrazas que cuelgan sobre esas playas nos sentamos para deleitarnos de la tranquilidad del paisaje (ya de por sí lo transmite la foto que os ponemos), y allí nos hubiéramos pasado un buen rato de no ser por el intenso frío que traía la brisa marina. Aún así, decidimos bajar hasta la misma orilla del mar y pisar aquella arena que parecía invitarnos a dejar nuestra huellas marcadas como recuerdo de nuestro paso por Tenby.

Pero comencemos por el principio. La ciudad que nos recibió nada más bajarnos del tren no parecía ser nada del otro mundo. Nos adentramos por un par de calles siguiendo siempre los carteles que nos dirigían al centro y a la información turística, y pronto dimos con las murallas de la ciudad.

Os lo quiero relatar tal y como lo vivimos, pues no era Tenby un punto al que tuviéramos pensado visitar, sino que surgió por la decepción de la visita a Pembroke, por lo que literalmente no teníamos información alguna de ella.

Paseando junto a la muralla, bajo una de las torres localizamos lo que parecía una extraña entrada bajo un arco. Introdujimos la cabeza, siempre curiosos, y descubrimos que para nuestra sorpresa allí se desplegaba como una calla interior, cubierta, pero llena de tiendas típicas. Era una galería subterránea que conducía al otro lado de la muralla. Si bien no es que fuera nada espectacular si, cuando menos nos resultó muy llamativo.

En cierto modo, fue como la escena aquélla de Harry Potter en que tras atravesar una galería, apareció en una ciudad gótica, casi fantasmagórica. A nosotros nos sucedió igual. Pasamos de andar por una ciudad relativamente actual, con su tráfico rodado, a salir a la luz en una ciudad casi medieval, con calles empedradas, casi peatonal, y bordeada por numerosas tiendas de souvenirs y productos típicos.

El puerto de Tenby

Nos encontramos en la Upper Frog Street, una calle empedrada y estrecha, con clásicas casas galesas y muchas tiendas turísticas a ambos lados. Sin embargo, el ambiente, quizás por la época, es muy tranquilo. El paseo por toda la calle se disfruta relajadamente mientras no nos perdemos detalles de las fachadas, algunas de ellas blasonadas, de los pubs con sus banderas galesas, o de sus gentes. Buscamos, claro está, lo que más fama le ha dado a la ciudad: su costa. No en vano la llaman la “Joya de la Corona de Pembrokshire“.

Esta calle es la más comercial del pueblo, y aunque desde ella se puede acceder directamente a una de sus playas, a la de la costa oeste, decidimos desviarnos un poco hacia el interior, para callejear por todo el centro medieval. Desvió nuestra atención el campanario de lo que parecía una bella iglesia recortado sobre un cielo azul, la principal del pueblo. Al acercarnos pudimos descubrir la iglesia presidiendo la plaza principal, levantada en piedra y con un alto e imponente campanario en el que como siempre en todas las iglesias galesas, como elemento distorsionador (y ésto es una impresión subjetiva) resaltaba su reloj en un color azul chillón.

De nuevo silencio; los únicos coches que vemos son los aparcados malamente en las aceras, y el único sonido el chirriar de las gaviotas que no paran de revolotear sobre Tenby, teniendo como tienen, sus dominios tan cerca. Sentimos ya el aroma del mar; el sabor marinero de la costa fresca.

Cuando por una de aquellas callejas salimos al mirador que se abría ante nuestros ojos quedamos maravillados por el paisaje, aunque eso sí, ateridos por el frío. Ante nuestros ojos se extendía una enorme playa de arena oscura y un mar que si bien estaba tranquilo, su calma reflejaba un estado de inquietud interna; el que sabes que en los momentos más bravíos aquel mar debe azotar con una fuerza inusitada los muros que lo separan de sus calles.

Decidimos sentarnos en uno de aquellos bancos del mirador, en alto, para admirar aquel paisaje evocador, atardeciendo como estaba en aquel momento, y no pudimos resistirnos a la tentación de bajar aquellas largas escalerillas que conducían hasta la misma arena y aprovechar la marea baja, para tocarla, para sentirla, para que la brisa del mar nos acariciara la cara. Y por aquella larga playa fuimos paseando hasta el mismo pie del promontorio donde se levanta el Castillo de Tenby, hoy Museo y Galería de Arte.

Desde una de aquellas playas (ver las playas de Gales) que se pierden adonde ya no llega la vista se puede tomar un bote hacia la isla Caldey, una visita imprescindible en la ciudad de Tenby, y uno de los más maravillosos lugar paisajísticos de esta ciudad.

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