Cantabria

Que ver en Cantabria y que hacer

Con poco más de 5.200 km2 de extensión, la región de Cantabria puede presumir de tener una de las ofertas turísticas y culturales más variadas de España. Aquí hay sitio para todos: para los amantes de la naturaleza, los que buscan relax en sus playas y para aquellos que encuentran siempre como razón fundamental para viajar el arte y la historia. Como dice su eslogan, Cantabria es infinita.

Ruta por Cantabria

Las distancias en Cantabria no son largas, sobre todo las que sirven para unir las villas marineras. Si nos centramos en la Costa Oriental tu primera parada debería ser Castro Urdiales, casi rozando los límites con el País Vasco. Lo que más llamará tu atención de esta localidad es su puerto, protegido por un promontorio rocoso donde se encuentra la gran joya de la villa: la iglesia de Santa María, el templo gótico más importante del norte de España.

Desde Castro Urdiales puedes seguir tu ruta por carretera hasta alcanzar Laredo, que cuenta también con un activo puerto pesquero que sirve de nexo entre la Puebla Vieja –con infinidad de bares y mesones– y la playa de la Salvé, la más extensa de Cantabria. Esta confluye con la playa del Regatón en la zona de El Puntal, donde se encuentran el club náutico y el puerto deportivo, desde el que se puede coger un barco hasta Santoña.

El famoso congrio de Laredo ya era alabado por el mismísimo Arcipreste de Hita. Pruébalo… Para bajar la comida te proponemos que recorras el Túnel de la Atalaya, construido en el monte del mismo nombre en 1863, con el fin de permitir la construcción del Muelle de la Soledad, cuyas obras nunca fueron acabadas. Mide 221 m y, si lo atraviesas (de 10 a 20 h), llegarás a un mirador totalmente integrado en el medio natural, desde donde podrás acceder a pie a una zona de acantilados.

Tu itinerario debe proseguir en dirección a la ría de Treto, donde se alza su famoso puente, firmado por la factoría Eiffel, que une Adal y Colindres. Fue construido en 1901 y es todo un emblema de Cantabria, como también lo son las anchoas de Santoña, tu siguiente destino.

Al pie del monte Buciero, la iglesia de Santa María del Puerto puede servirte de referencia para recorrer la villa o para realizar alguna ruta senderista por el monte. El Fuerte de San Martín, la Punta del Fraile y el impresionante Faro del Caballo son algunos de esos lugares que no debes perderte.

Desde la playa de Berria parte una carretera que cruza el perímetro norte del Buciero hasta otro faro, el del Pescador, entre acantilados. Pero, si eres amante de la naturaleza, disfrutarás más aún acercándote a las marismas de Santoña, protegidas, junto con las de Noja, bajo la figura de Reserva Natural, donde se encuentra el Observatorio de Aves de La Arenilla. Verás garzas, garcetas, espátulas…

Desde Santoña, te proponemos ahora que pierdas por un momento de vista el mar y te adentres en Montehano, colina emblemática con un convento de capuchinos en pie desde el siglo XVI. Desde ahí es fácil acceder a Escalante, donde se alza la ermita de San Román, una joya del románico montañés. Este pueblecito parece de un cuento, con preciosas casitas con balcones de madera repletos de flores.

Chapuzones y una mariscada

De nuevo en la costa, tu siguiente villa marinera a visitar será Noja que, además de monumentos de interés –Casa de Venero, Palacio de Velasco–, cuenta con un buen puñado de atractivos al aire libre: las marismas del Joyel y Victoria, y la magnífica playa de Trengandín.

Después, prepárate a descubrir la rocosa ría de Quejo y también Isla, en cuya playa de los Barcos te podrás dar todo un homenaje en el Hotel Beni-Mar, con un restaurante que ofrece todos los días un Festival de Mariscos .

La bellísima ría de Ajo te pondrá en camino ahora de Langre –con una preciosa playa abierta al mar–, Loredo –en su arenal se celebran cada mes de agosto las carreras de caballos más antiguas de España– y Somo, que cierra, con su playa de El Puntal la entrada de la bahía frente a la Magdalena, ya en Santander.

Por la Costa occidental

Antes de adentrarte en la costa que se extiende al oeste de Santander, te proponemos que hagas una escapada al Parque de la Naturaleza de Cabárceno (de 9.30 a 19 h. 942 56 37 36. Entrada: 18 €), en el valle del Pisueña, en el que, entre singulares formaciones kársticas, conviven más de 112 especies animales en estado de semilibertad. Hay tigres, leones, hipopótamos, osos…

Esta visita te servirá como preludio de otra no menos impactante: la del Parque Natural de las Dunas de Liencres. La ruta hasta llegar a él atraviesa un bosque de pinos y desemboca en un párking frente al mar, con una playa a cada lado.

Una visita imprescindible

Algo alejada del mar, aunque lo lleve por nombre, está Santillana del Mar. Los escudos blasonados de las casas en piedra recuerdan que ésta fue una villa  habitada por nobles. El Parador Gil Blas (Plaza Ramón Pelayo, 11. ) es uno de sus edificios más solemnes. Junto a él destaca la Colegiata de Santa Juliana, una de las más importantes muestras del románico en Cantabria, con un precioso claustro

A su alrededor, el Museo Diocesano, la Fundación Jesús Otero, el palacio de Velarde… aunque la verdadera atracción de Santillana reside en sus calles empedradas repletas de tiendas y rincones encanto, como el Museo del Barquillero (Del Río, 19. ).

A unos 2 km de Santillana del Mar emerge la Capilla Sixtina del Cuaternario o, lo que es lo mismo, las Cuevas de Altamira, con sus grabados de trazos rojos, amarillos y violetas dando forma a jabalíes, caballos, bisontes y símbolos religiosos. Es imposible visitar las originales. Hay que conformarse con la reproducción exacta que muestra la Neocueva, instalada en el interior del Museo de Altamira (942 81 80 05. Entrada: 2,40 €).

San Vicente de la Barquera es la última gran villa de Cantabria antes de alcanzar Asturias. Todo su casco viejo es conjunto histórico-artístico, así que pasea por él antes de rematar tu viaje por la costa occidental con una buena comida en el Boga Boga (Plaza de José Antonio.), primero, y con un baño de sol, después, en la agreste playa del Merón.

Sin salir de comillas

Te impresionará otra de las huellas que encierra Cantabria: las de Antonio Gaudí. Sólo tienes que llegar hasta Comillas para recrear la vista ante su Capricho, al que se accede por la carretera que viene desde Cabezón de la Sal. Fue construido en 1885 y es todo un alarde de fantasía de su creador, que jugó con los volúmenes y los mosaicos para dar color y calor mediterráneo al edificio. Frente a él, no te pierdas la Capilla Panteón de los Marqueses de Comillas y el palacio de Sobrellano. Tampoco, la Universidad Pontificia, antes de descubrir el Parque Natural de Oyambre, que se expande hacia el sur y el oeste. De su casco urbano parte una carretera que en unos 3 km te dejará en la playa de La Jerra, en el mismo cabo de Oyambre. En el camino, la ruta cruza sobre la ría de La Rabia, donde desembocan los ríos Turbio y Capitán.

Hacia Picos de Europa

La Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa delimitan el valle del Liébana, cuyos caminos te proponemos ahora recorrer. Atravesando una sinuosa garganta, avanza el río Deva por una ruta que comienza en La Hermida, a algo más de 10 km de Panes, que da nombre a un desfiladero, un pueblo y un centro termal. A unos 8 km encontraremos la desviación que marca el camino a Santa María de Lebeña , iglesia mozárabe del siglo IX, entre viñedos y prados. Escuchar a la guía oficial, contando la historia del lugar, es una auténtica gozada, casi como asistir a una obra de teatro.

Poca distancia hay ya hasta Potes, la capital del valle, que celebra cada lunes un pintoresco mercado rural en la plaza del Ayuntamiento, ubicado en el torreón gótico del Infantado. Bien vale la pena que pasees por su casco urbano y que, por qué no, sucumbas ante un buen plato de cocido lebaniego en el restaurante El Oso (Ctra. de Potes a Fuente Dé, Km 13. Cosgaya), que, a diferencia del cocido montañés, tiene garbanzos en vez de alubias. Primero se come la sopa y después el compaño. ¿Puedes con todo? Haz hueco para su postre estrella, el canónigo, un suflé de crema de orujo. Y, después, ya sólo te quedará dormir. Nuestra recomendación: Casa Cayo (Cántabra, 6. Potes.), en cuyo bar sirven el preciado tostadillo de Potes, un vino dulce parecido al moscatel.

A sólo 2 km, escondido entre los pliegues orográficos del monte de La Viorna, en el municipio de Camaleño, se halla el lugar que escogieran el monje, obispo de Palencia, y sus compañeros de la orden benedictina para buscar la paz interior, lejos de todo. Se trata de un monasterio cisterciense, que guarda con celo el Lignum Crucis, el mayor trozo que se conserva de la cruz en la que murió Jesucristo.

En el Monasterio escribió también el monje Beato una parte de la Historia al realizar, en el año 786, los Comentarios al Apocalipsis de San Juan, que calmaron a la población de la época, que veía cercano el fin del mundo. A partir de esa fecha se copiaron múltiples ejemplares del libro original en los que, en realidad, el texto no es lo más importante, sino las miniaturas que lo acompañan, tal y como se puede apreciar en la exposición permanente del monasterio. Las visitas son guiadas  y sólo tendrás que aportar la voluntad.

Demasiado lejos aún… Lo que sí que está cerca es el fin de esta ruta, que concluye en Fuente Dé, un anfiteatro rocoso desde donde parte un teleférico que, en sólo tres minutos, recorre 1.400 metros hasta llegar a la estación del Balcón, desde donde se divisa ampliamente todo el valle de Liébana.

El Mirador del Cable está ya a 1.854 metros de altitud y es, sin duda, el mejor punto de partida para adentrarte en el Parque Nacional de los Picos de Europa. Estás en el macizo central… y ya puedes echar a volar.

Viaje a las profundidades

Está fuera de ruta, es cierto. Pero no te llevará más de una hora recorrer el camino que te separa hasta una de las grandes atracciones turísticas con que cuenta ahora Cantabria. La Cueva del Soplao se esconde en la sierra de Arnero y es una cavidad única, gracias a la calidad, blancura y abundancia de sus formaciones. Cuando mires al techo no sabrás si estás en el fondo del mar o en el interior de una cueva: todo parece coral. Un tren te transportará al interior, donde se inicia una ruta perfectamente acondicionada en pasarela

Golf y relax

¿Qué prefieres: practicar tu swing o recibir un masaje con algas del Cantábrico? En la misma costa oriental, el Real Club de Golf de Pedreña espera a los apasionados de este deporte. Los más tranquilos tendrán que desplazarse hacia el interior para visitar el Hotel Balneario Solares, en la localidad del mismo nombre, y disfrutar de sus envolturas de uva morada, baños con mousse de leche y tratamientos de oxígeno. Todo un capricho, en un centro termal del siglo XIX recién reinagurado y totalmente remodelado, donde se puede probar la famosa agua de Solares, procedente del manantial de Fuencaliente.

De tapeo

Castro Urdiales se viene, sobre todo, para descansar, primero, y disfrutar, después, de su buen ambiente. Zona de tapeo son La Rúa y Ardigales, en el casco viejo, aunque tampoco hace falta que te alejes mucho del puerto para saborear unos pinchos. En la plaza del Ayuntamiento, de origen medieval, abren sus puertas La Cierbanata, La Gaviota, La Goleta… y nuestros mesones preferidos: el Marinero y la Marisquería Alfredo, donde podrás degustar al sol, en sus bancos de madera, anchoas rebozadas, rabas y mejillones rellenos con vistas al mar

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